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Lorwyn Eclipsed, Episodio 4: Morcant Sueña Con Matar A La Noche Y Maralen Huye De Su Propio Destino.

El capítulo se abre con Kirol, todavía prisionero de Lluwen, que los lleva a través del Gilt-Leaf Wood hacia su hogar: Lys Alana, “la ciudad más hermosa del mundo”, un bosque dorado donde los árboles exudan savia brillante y la arquitectura élfica y la naturaleza se funden en una espiral perfecta. Entre chistes sobre “zapatos de senderismo” y anatomía de cascos, Kirol descubre que Lluwen los ha traído ante algo más peligroso que un simple consejo de ancianos: la High Perfect Morcant, figura casi religiosa que encarna la obsesión élfica por la belleza, el orden y la supremacía de la luz.


Kirol y Morcant: perfección, imperio y un plan para matar a Isilu

Lys Alana se revela como un entramado de pasarelas, torres y hogares tallados en madera dorada, donde los elfos se camuflan en el paisaje y miran a Kirol como a una rareza nunca vista: nadie allí ha visto jamás a un vampiro. Lluwen los conduce por una escalera en espiral hasta la cámara de Morcant, un salón redondo bañado en oro donde la High Perfect, de cascos dorados y cuernos en forma de corona, irradia una belleza casi hipnótica; Kirol, sobrecogide, la llama “perfecta” antes incluso de medir sus palabras.

Al relatar cómo los estudiantes siguieron a una faerie, cayeron por un portal y despertaron a Isilu “solo por estar cerca”, Kirol desencadena la alarma de Morcant: según ella, el ciclo debería mantener a Eirdu despierto y a Isilu dormido todavía medio año más, con día y noche repartidos de forma estricta entre Lorwyn y Shadowmoor. Para la High Perfect, el hecho de que el elemental de la noche camine fuera de su tiempo no es solo una amenaza: es una oportunidad. Fantasea con matar a Isilu usando sus propias armas —una mezcla letal de moonglove y la hipotética flor “dawnglove”, cuyo poder curativo sería veneno puro para la noche—, cerrar así Shadowmoor para siempre y devolver a los elfos la gloria de un “Imperio Gilt-Leaf eterno bajo el sol”. Lluwen se horroriza, y Kirol intenta retirarse alegando que no quiere verse implicade en nada que empiece con “levantar un imperio”, pero Morcant dicta sentencia: “te necesitamos; no vas a ninguna parte”.

Abigale: caída al río, magia de aire y encuentro con los pueblos del Wanderwine

En otro punto del bosque, Sanar por fin se da cuenta de que Kirol ha desaparecido, y tanto él como Tam y Abigale discuten si retroceder o seguir hacia Glen Elendra; Abigale, convencida de que su compañere vampiro es ya su amiga, decide volver sola sobre sus pasos a buscarle. Es en ese momento cuando un enorme ser cornudo, con astas hechas de ramas retorcidas, irrumpe del matorral; Sanar, intentando defenderla con una rama, es lanzado por los aires por un golpe de cornamenta, y Abigale, desorientada por el rugido que dispara las alarmas de su audífono, retrocede a ciegas hasta caer por la orilla de un afluente oculto.

Art by: Victor Adame Minguez

Las plumas empapadas la arrastran al centro del torrente y la corriente hacia el Wanderwine, demasiado fuerte para nadar; al borde del pánico, Abigale recuerda que, como ave de presa, dispone de sacos aéreos y canaliza su magia de viento para crear burbujas de aire en sus manos, improvisando una máscara que le permite respirar mientras se deja llevar río abajo. A la salida hacia el gran río, la esperan seres anfibios de cola escamosa y armas en mano que se comunican por señas; gracias a su implante de Silverquill, Abigale consigue entenderlos y responder, explicando que cayó sin querer y que solo quiere salir del agua. Fascinados por su aparato y conscientes de la “noche temprana” que está cambiando incluso sus aguas, los merfolk le piden que los acompañe: “tenemos algo que debes ver; no te haremos daño si aceptas”. Ella asiente, acepta sus brazos y es arrastrada a gran velocidad por el Wanderwine, casi como volando bajo el agua.​

Tam y Sanar: prioridades difíciles y el camino hasta Maralen

Sanar regresa magullado junto a Tam y le cuenta lo ocurrido: un monstruo, la caída de Abigale y la corriente llevándola hacia el río, pero sin señales claras de ahogamiento. Tam se enfrenta entonces al dilema que la ha marcado desde su misterioso maestro en Arcavios: ir tras su amiga o seguir adelante para advertir a Maralen del peligro que Isilu y la noche errante suponen para todo el plano. Recordando que “la elección correcta protege a una misma y salva al mayor número posible de personas”, decide priorizar la misión, pero aprovecha que Abigale ha “encontrado” el afluente para utilizarlo como guía hacia la cascada que mencionó Brigid.

Sanar la conduce hasta el arroyo, y juntos siguen su cauce por una senda de ciervos hasta una cascada cristalina donde el agua forma arcos de arcoíris; Tam recuerda la instrucción de “entrar por detrás y más allá”, y el goblin, menos reflexivo, se lanza sin pensarlo a través del muro líquido, desapareciendo al instante. Tras comprobar con una mano que la cortina de agua oculta un espacio seguro, Tam respira hondo, se obliga a ignorar la tentación de la dulzura del agua y da un paso adelante hacia el siguiente portal de su viaje.​

Maralen entre los pétalos de Oona y el intento fallido de Rhys

Mientras todo esto ocurre, el foco vuelve a Glen Elendra, donde Maralen vive una crisis íntima: su habitación está cubierta de pétalos que no pertenecen ni a Lorwyn ni a Shadowmoor, sino a las flores de carne de Oona, la antigua reina feérica de la que fue creada. A medida que los rumores sobre Isilu caminando y el choque entre día y noche crecen, Maralen teme que el ciclo se reordene en una nueva aurora que la obligue a ocupar el sitio de su creadora, borrando su identidad y repitiendo la tiranía de Oona. Aterrada, barre los pétalos, se ve a sí misma sustituida por Oona en el espejo y oye una risa espectral que solo ella percibe, signos de que algo —o alguien— está forzando de nuevo el vínculo entre avatar y origen.

En medio de esa tensión llegan Tam y Sanar, escoltados por faeries que los sorprendieron subiendo las escaleras del palacio; la gorgona se presenta con inusual franqueza, explica que vienen de Arcavios, que Brigid los envía y que solo quieren regresar a Strixhaven tras haber despertado inadvertidamente al “bicho con luna en la cabeza”. Maralen, desbordada, responde con una mezcla de risa y desesperación: necesita ayuda tanto o más que ellos, porque si el ciclo se rompe del todo y Oona retorna, Rhys —su amigo, consejero y verdugo designado— está obligado por juramento a matarla. Justo entonces, Rhys irrumpe en la cámara con la misma faerie azul en el hombro que los estudiantes siguieron en Arcavios; al ver los pétalos, interpreta que Maralen le ha ocultado el regreso de Oona y, fiel a su promesa, desenvaina la daga envenenada con moonglow y se lanza hacia ella.

Lo que sigue es tan trágico como ridículo: en pleno ataque, Rhys resbala sobre un pétalo de Oona en el suelo, intenta recuperar el equilibrio con una pirueta espectacular, pisa otro pétalo y termina saliendo disparado por la ventana, mientras la faerie sale volando soltando chirridos de reprimenda. Tam, que había estado gesticulando discretamente, confiesa haber usado “magia de probabilidad” para torcer las estadísticas a su favor, pero el peligro sigue ahí: Rhys volverá, y si vuelve convencido de que Maralen es Oona renacida, lo intentará de nuevo.

Sin tiempo para explicaciones, Maralen ordena a sus faeries que salgan, recrimina a la pequeña hada por no servirla “como debería”, pero la obliga igualmente a unirse al grupo, y declara que deben huir del palacio y estabilizar a Isilu si quieren tener alguna oportunidad de restaurar el ciclo sin que ella deba morir. Tam y Sanar, atrapados ya en la red de lealtades y profecías de Lorwyn-Shadowmoor, no tienen más remedio que correr tras la reina en crisis… mientras Kirol permanece atrapado en los planes de Morcant y Abigale se adentra en los secretos del Wanderwine.​

Blue Hurricane
Blue Hurricane
Cronista, fotógrafo, historiador y artífice.

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